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Te doy la bienvenida a este espacio.
Aquí comparto reflexiones, herramientas y experiencias reales sobre liderazgo, bienestar y fortalezas. Este blog nace del deseo de acompañarte a liderar con más claridad, equilibrio y sentido. Si alguna vez te has sentido sobrecargado, atascado o desconectado de lo que realmente importa, este lugar es para ti. Ojalá cada lectura te regale una idea, una pausa o una nueva forma de mirar lo que vives. ¡Gracias por estar aquí!
- Lucía Ebratt

Hace unos días, en una sesión con una clienta brillante, me dijo algo que me dejó pensando: “Siento que tengo que elegir entre ser yo misma… o ser emocionalmente inteligente. Como si una cosa anulara la otra.” Y esa frase me tocó muy profundo. Porque ¿cuántas veces hemos creído que tener inteligencia emocional significa reprimirnos? ¿Aguantarnos? ¿No enojarnos? ¿Tragarnos nuestras emociones por ser “más maduros”? Nada más lejos de la realidad. La verdadera inteligencia emocional no anula nuestra autenticidad, sino que la potencia. Nos conecta con nuestras fortalezas. Nos da herramientas para navegar la vida con más consciencia, presencia y coherencia. En este artículo te quiero compartir 10 cualidades clave que definen a las personas emocionalmente inteligentes, y cómo puedes entrenarlas desde el enfoque de la psicología positiva y el coaching de fortalezas. Y no, no necesitas ser psicóloga/o para aplicarlas. Solo necesitas querer vivir con más intención: 1. Autoconciencia: el primer paso para vivir con propósito Ser emocionalmente inteligente comienza con mirarte hacia adentro. Reconocer lo que sientes. Nombrarlo. Y entender qué lo provoca. Desde el coaching de fortalezas: Esto también significa identificar tus talentos naturales. Saber en qué brillas y cómo eso influye en tu manera de sentir, pensar y actuar. Ejercicio práctico: Antes de dormir, escribe: ¿Qué emoción dominó mi día hoy? ¿Qué situación la provocó? ¿Qué talento mío se activó o se sintió amenazado? 2. Autorregulación emocional: gestionar sin reprimir Gestionar nuestras emociones no es ignorarlas. Es permitirnos sentirlas, darles un espacio, pero elegir cómo responder. No se trata de no enojarse. Se trata de que el enojo no decida por ti. Desde la psicología positiva: Practicar el mindfulness, la pausa consciente y ejercicios de respiración son formas valiosas de cultivar esta habilidad. Microacción: La próxima vez que te frustres, haz una pausa de 90 segundos. Respira. Y luego decide cómo actuar desde tu versión más sabia. 3. Empatía real: ver al otro más allá de las palabras La empatía no es decir “te entiendo”. Es sentir con el otro. Estar presente. Escuchar con todos los sentidos. Desde el enfoque de fortalezas: Hay personas con talentos naturales para percibir lo que otros sienten. Pero también se puede entrenar. Práctica simple. Pregunta más: “¿Cómo te sentiste con eso?” Y guarda silencio. Deja espacio. Escucha desde la curiosidad, no desde el juicio. 4. Habilidades sociales: construir relaciones que nutren Las personas emocionalmente inteligentes construyen vínculos sanos. Saben comunicarse de forma asertiva, establecer límites, resolver conflictos y, sobre todo, conectar desde la autenticidad. Desde el coaching: La comunicación, la positividad o la conexión ayudan muchísimo aquí. Pero lo importante no es tenerlas todas, sino usarlas con intención. Desafío semanal: Esta semana, envía un mensaje sincero a alguien con quien quieres fortalecer la relación. No pidas nada. Solo conéctate desde el aprecio. 5. Motivación intrínseca: hacer lo que haces porque sí, porque vibra contigo Las personas emocionalmente inteligentes no se mueven solo por recompensas externas, sino por un fuego interior. Ese “para qué” profundo que les da sentido a sus acciones. Psicología positiva en acción: Cuando conectas con tus fortalezas, tu motivación se enciende sola. Porque estás usando lo mejor de ti. Reflexión: ¿Qué actividad te hace perder la noción del tiempo? ¿Qué te entusiasma solo de pensarlo? ¿Qué harías aunque no te pagaran por ello? Allí hay pistas de tu motivación intrínseca. 6. Resiliencia: no es resistir, es renacer La resiliencia no es “aguantar todo” ni “ponerle buena cara al mal tiempo”. Es caerse y levantarse con aprendizajes. Es transformar el dolor en propósito. Fortalezas como la Gratitud y la Valentía son claves aquí. Ejercicio de resiliencia: Piensa en una dificultad que ya superaste. Escribe: ¿Qué aprendí de esa experiencia? ¿Qué fortalezas usé, aunque no lo supiera? ¿Qué haría diferente hoy? 7. Autenticidad: ser tú misma/o en voz alta Las personas emocionalmente inteligentes no se esconden detrás de máscaras. Se muestran. Se permiten ser vulnerables. Y eso inspira confianza. Desde el coaching: Cuando trabajas tus fortalezas, te reconectas con tu esencia. No necesitas imitar a nadie. Solo necesitas recordarte a ti misma/o. Frase ancla: “Mi autenticidad es mi superpoder.” Repítela antes de una reunión, una conversación difícil o una decisión importante. 8. Conciencia social: entender cómo impactas al mundo La inteligencia emocional también se manifiesta en lo colectivo. Las personas emocionalmente inteligentes leen el ambiente, entienden dinámicas grupales y actúan con sensibilidad social. Ejemplo: En una empresa, un líder emocionalmente inteligente no solo piensa en el KPI, sino en cómo se siente el equipo. Escucha antes de ejecutar. Ajusta antes de imponer. Micropráctica: Después de cada reunión o interacción, pregúntate: ¿Cómo salieron los demás emocionalmente? ¿Qué señales sutiles noté? ¿Qué puedo ajustar para contribuir mejor? 9. Adaptabilidad: el músculo de los tiempos modernos El cambio es la única constante. Y quienes tienen alta Inteligencia Emocional se adaptan sin perder su esencia. Ven en cada cambio una oportunidad para aprender. Desde las fortalezas: Adaptabilidad no es ceder siempre. Es ser flexible en la forma, pero firme en el propósito. Reto práctico: Identifica un cambio reciente en tu vida. Escribe: ¿Qué oportunidades me trajo? ¿Qué me está enseñando? ¿Cómo puedo crecer a partir de esto? 10. Actitud positiva: no es ingenuidad, es perspectiva Tener una actitud positiva no es negar la realidad. Es elegir verla con más esperanza, apertura y aprendizaje. Es decidir no vivir desde el miedo. Desde la psicología positiva: Fortalezas como la Gratitud, la Curiosidad y el Humor ayudan a reinterpretar los eventos desde un lugar más amable. Práctica diaria: Antes de dormir, respóndete: ¿Qué salió bien hoy? ¿De qué me siento orgullosa/o? ¿Qué aprendí, incluso de lo que salió mal? Entonces, ¿se nace con inteligencia emocional o se entrena? Se entrena. Totalmente. La buena noticia es que no necesitas tenerlo todo resuelto para empezar. Puedes ir paso a paso. Entrenando una cualidad a la vez. Reconociendo tus emociones. Aceptando tus sombras. Activando tus fortalezas. Y lo mejor es que, al hacerlo, no solo mejoras tus relaciones o tu rendimiento laboral. Mejoras tu bienestar. Tu autoestima. Tu paz interna. Y eso, querido/a lector/a, es una forma poderosa de amarte. Para cerrar (pero no terminar) La inteligencia emocional no es un objetivo que se alcanza y ya. Es una forma de estar en el mundo. De mirar adentro con honestidad y mirar afuera con compasión. Y si llegaste hasta aquí, quiero que te lleves esto: “Tu inteligencia emocional crece cada vez que eliges actuar desde tus fortalezas, incluso cuando es difícil.” Ahora, si este artículo te resonó, te invito a hacer algo simple y poderoso: compártelo con alguien que esté también en ese camino y suscríbete a esta newsletter aquí: https://www.linkedin.com/newsletters/liderandot-7048340235235012608/

En estos años acompañando a líderes y equipos, me he encontrado con una confusión que se repite más de lo que imaginamos. Muchos creen que la Psicología Positiva es decir frases bonitas, tener buena actitud y ver siempre “el lado amable” de todo. Pero no. La Psicología Positiva no es negar lo difícil ni pedirte que sonrías mientras el barco se hunde. Es algo mucho más profundo, estratégico y real: una ciencia que estudia lo que funciona, lo que nos fortalece, lo que sí nos permite avanzar. Y sí: cuando la aplicamos al liderazgo, los resultados se notan. Cuando dejamos de enfocarnos solo en reparar… y empezamos a construir, algo cambia Durante mucho tiempo, liderar ha significado apagar incendios, corregir errores y enfocarse en lo que “no está funcionando”. Y claro, eso es parte del rol. Pero, ¿y si también pusieras atención a lo que sí tienes? La Psicología Positiva nos invita a mirar hacia lo que ya está presente: nuestras fortalezas, los vínculos que funcionan, los pequeños logros, el sentido detrás de cada tarea. Y hacerlo no como un acto de autoayuda, sino como una forma de liderar con más inteligencia emocional y sostenibilidad. Es ahí donde entra el modelo que sustenta mi práctica: el método FORTE del IEPP. Fortalezas al servicio de tu liderazgo (sin exceso, sin defecto) FORTE es una metodología que ayuda a identificar tus fortalezas naturales (como valentía, creatividad, gratitud, organización, análisis) y usarlas de manera equilibrada. Porque sí, una fortaleza mal gestionada puede convertirse en un freno. Por ejemplo: Ser organizado es una fortaleza… hasta que se convierte en rigidez. Ser empático es clave… salvo que termines absorbiendo problemas de todos. Ser entusiasta impulsa… salvo que digas que sí a todo y termines colapsando. Con FORTE aprendemos a identificar, potenciar y regular nuestras fortalezas según el contexto. No se trata de cambiarte. Se trata de liderar desde tu mejor versión, no desde la sobrecarga o el desborde. PERMA: una brújula para liderar con bienestar real Martin Seligman, uno de los padres de la Psicología Positiva, propuso el modelo PERMA (por sus siglas en Inglés), que resume los cinco pilares de una vida con bienestar sostenido. También es una excelente herramienta para líderes que quieren observar más allá de los indicadores de gestión. Emociones positivas: ¿Qué emociones positivas cultivo yo… y mi equipo cada día? Compromiso (flow): ¿En qué tareas siento que fluyo y pierdo la noción del tiempo? Relaciones positivas: ¿Con quién me he vinculado desde la confianza esta semana? Sentido: ¿ Qué parte de mi trabajo conecta con algo más grande que yo? Logro: ¿Qué avance concreto puedo celebrar hoy? Este tipo de preguntas te ayuda a reconectar con tu rol desde un lugar más humano y menos automático. Y sí: eso también impacta los resultados. Flow: cuando trabajar no te cuesta esfuerzo… te energiza Otro concepto fascinante de la Psicología Positiva es el “estado de flow” del Dr. Csikszentmihalyi. Ese momento donde el reto y tus habilidades se encuentran en el punto justo. Te concentras, el tiempo pasa volando y tu motivación se enciende casi sola. No es suerte. Es diseño. Y una de las formas más efectivas de alcanzarlo es alineando tu día a día con tus fortalezas. Cuando haces esto como líder, además, lo modelas para todo tu equipo. Fortalezas: ¿cuáles son y cómo las reconozco? Muchas veces creemos que “fortaleza” es algo excepcional, como un talento artístico o una habilidad estratégica muy desarrollada. Pero no. Fortalezas son esas cualidades naturales que ya están en ti, y que puedes usar (o equilibrar) según la situación. Algunos ejemplos: Planificación: organizas tareas, tiempos y objetivos con claridad. Humor: alivias tensiones sin perder profesionalismo. Perdón: sueltas rencores y creas espacio para avanzar sin resentimientos. Creatividad: ves alternativas donde otros ven un “esto no se puede”. Perseverancia: sigues, aunque la curva se ponga empinada sin caer en terquedades. ¿Notas alguna en ti? ¿En alguien de tu equipo? Ahora piensa: ¿están bien dosificadas? ¿están al servicio del propósito, o ya se desbordaron? Las emociones positivas también construyen estrategia Barbara Fredrickson, otra gran referente, propuso la teoría de la Ampliación y Construcción. Según sus estudios, cuando experimentamos emociones positivas (como alegría, gratitud, serenidad), nuestra mente se expande, pensamos mejor, creamos más, nos conectamos con los demás. No es magia. Es química cerebral + conciencia aplicada. Y como líder, puedes fomentar esto con pequeños gestos: Un reconocimiento auténtico (sí, incluso por WhatsApp). Un espacio de conversación que no sea solo para “ver pendientes”. Un “¿cómo estás de verdad?” antes de entrar en modo resultados. No es suavizar el liderazgo. Es liderar con más inteligencia Hay quien cree que aplicar Psicología Positiva es suavizar todo o evitar el conflicto. Nada más lejos. Se trata de ver lo que sí está funcionando, incluso en contextos difíciles. De entrenar tu mente para no caer en el sesgo de lo que falta o en la falla. Y de sostener conversaciones que fortalezcan, no que minimicen o ignoren lo que duele. Liderar desde este enfoque no te hace menos firme. Te hace más completo. ¿Por dónde empezar? Te propongo estos 3 microdesafíos para esta semana: Haz una pausa diaria para identificar una fortaleza que activaste. ¿Fue creatividad, carisma, perseverancia? Nómbrala. Haz una pregunta PERMA a alguien de tu equipo. Te sorprenderá lo que puede surgir de una conversación distinta. Activa una emoción positiva antes de una reunión importante. Puede ser con música, una caminata, o simplemente una respiración profunda con gratitud. Porque liderar no es sostenerlo todo. …es aprender a soltar lo que no sirve, reconocer lo que sí, y evolucionar con más humanidad. Y sí, puedes hacerlo con ciencia. Puedes hacerlo con Psicología Positiva. Cierro con una pregunta para ti: ¿Qué cambia en tu equipo cuando lideras desde las fortalezas… y no solo desde la crítica?Te leo en los comentarios. Y si este artículo te hizo pensar… ya empezaste a aplicar Psicología Positiva. 😉

¿Y si el ego no fuera tu enemigo… sino tu jefe en silencio? He trabajado con líderes brillantes —algunos admirables, otros temidos— y hay un patrón que se repite más de lo que imaginamos: cuando el ego toma el volante el equipo frena. Y lo peor es que casi nadie se atreve a decirlo Déjame contarte algo que me encontré hace poco. Estaba con un director de 40 años, súper exitoso... resultados evidentes, carisma natural. Pero en una reunión, cuando su equipo intentó sugerir mejoras, él simplemente los paralizó con una mirada. Nadie dijo nada. Se formó un silencio incómodo. Ese momento me regresó a una pregunta que me hago una y otra vez: ¿Qué ocurre cuando el ego crece y nadie osa tocarlo? Lo que vi fue muy poderoso: proyectos paralizados, ideas guardadas, equipos asustados. Un ego inflado no es sólo un tema personal… puede convertirse en un boomerang para la organización. ¿Qué pasa cuando el ego se vuelve el protagonista? En psicología positiva hablamos de cultivar un ego funcional: ese ego equilibrado que te hace sentir seguro/a, confiado/a, que te ayuda a poner límites y defender tus necesidades sin caer en arrogancias ni egocentrimos. Pero cuando el ego se desborda, se vuelve rígido e intimidante. ¿Has visto esto? Un líder que ignora el feedback. Uno que acumula demasiado control. Otro que se lleva todo el crédito. Eso no es liderazgo, es cortocircuito organizacional. Porque el ego te empieza a pasar factura: Decisiones sesgadas: asumes que siempre tienes la mejor respuesta. Voces silenciadas: tu equipo teme sugerir o contradecir. Microgestión constante: controlas todo porque no confías en tu equipo. Cultura tóxica: nadie quiere asumir riesgos si puede equivocarse. Era exactamente lo que pasaba con aquel director: tenía equipos tímidos, sin propuestas, sin iniciativa. El resultado era claro… pero todo siguió como si nada. ¿Y si te digo que el ego bien gestionado puede ser tu mejor aliado? 1. Empieza por la autoconciencia El primer paso es darte el permiso de decirte:“Mi ego a veces se activa más de lo necesario". Recuerdo que este director lo reconoció en una de nuestras sesiones. Lo dijo en voz alta, sin justificarse, y en ese momento su cuerpo cambió: se relajó, dejó de resistir, y empezó a ver con más claridad. Ese fue su primer gesto real de liderazgo consciente. 2. Crea un espacio seguro para el feedback Organiza una dinámica 360° con tu equipo. Puede ser anónima si eso les da más confianza. Lo importante es que las preguntas inviten a la honestidad: ¿Hay momentos en los que sienten que no escucho? ¿Hay algo en mi estilo que los haga callar en vez de hablar? Esto no es terapia. Es liderazgo maduro. Porque el crecimiento no sucede en el silencio. A veces, solo hace falta una voz que se atreva… y un líder que esté dispuesto a escucharla. 3. Haz del agradecimiento un acto de liderazgo Hay un hábito sencillo que cambia dinámicas enteras: agradecer de forma auténtica. Reconoce a un colega por su aporte, al equipo por su compromiso, a esa persona que sostuvo el día con un pequeño gesto. No necesitas discursos ni correos largos. Solo intención real. La psicología positiva lo confirma: la gratitud fortalece vínculos, genera confianza y reduce la tensión que el ego suele inflamar. 4. Activa tu ego desde tus fortalezas Céntrate en tus fortalezas naturales… Si eres estratégico, úsalo para inspirar, no sólo para controlar. Si eres empático, déjalo brillar en momentos de liderazgo fuerte. Si tienes iniciativa, utilízala para dar espacio a otros. No es mutarse. Es liderar desde tu mejor versión, no desde el miedo a perder autoridad. 5. Lidera con humildad y autenticidad La vulnerabilidad es un adhesivo social. Cuando confiesas que "a veces me equivoco", tu equipo respira y se atreve a hacerlo también. Brené Brown lo llama ‘liderazgo valiente’ por una razón: atrae la confianza, no fuga de poder. He visto este tipo de transformaciones en líderes que deciden observarse con valentía. No siempre ocurre en sesiones formales. A veces, pasa en una conversación casual. En un silencio incómodo. En una reunión donde se dan cuenta de que nadie se atrevió a decir nada. Esa es la señal. No de que han fallado. Sino de que ya es momento de liderar distinto. Cuando el ego se baja del pedestal, el equipo se sube al juego. Y ahí es donde empieza el liderazgo real. Y si tu ego lidera por ti, te invito a un desafío para esta semana Identifica cuándo tu ego actúa sin filtro. Solicita feedback estructurado a alguien en quien confías. Regala gratitud sincera a alguien que haya hecho que tu día fuese mejor. Conecta una fortaleza tuya con una acción del día: lidera desde ella. Y si alguna vez te sientes cansado/a de sostenerlo todo desde el ego…recuerda que la opción no es apagarlo… Es evolucionarlo. Para ti, para tu equipo, para el impacto que estás llamado/a a crear. Algo que he aprendido acompañando líderes es esto: No siempre vemos cuando el ego se interpone. A veces lo disfrazamos con frases como “tengo carácter fuerte” o “así soy yo”. Pero si miras bien… ¿cuántas oportunidades, ideas o personas se han ido sin decir nada? No se trata de tener menos ego. Se trata de tener más conciencia. Más humanidad. Más liderazgo real. Quizá este artículo no sea para ti. O tal vez te sembró una inquietud. Y si esa pequeña inquietud está ahí… ya diste el primer paso. Liderar no es sólo mover resultados. Es dejar de ser el centro… para construir algo más grande que uno mismo. ¿Qué parte de este artículo se quedó contigo?

Hoy llegamos al final de esta primera parte de nuestra serie sobre estilos sociales, con el último de ellos. Y si en este viaje te has visto reflejado en varios o en todos, ¡no te preocupes! es completamente normal. Somos una mezcla de todos los estilos Así que lo que puede parecer confuso al principio es, en realidad, una gran ventaja. Todos tenemos dentro una combinación de estilos sociales, con uno o dos que suelen predominar según el entorno en el que nos encontremos. Lo importante no es que encajes en un único perfil, sino que entiendas cuáles son esos estilos predominantes en ti y cómo se manifiestan en tus diferentes contextos: en el trabajo, en la casa, con amigos. Identificar estos estilos es apenas el primer paso. A partir de ahí, podrás trabajar en las fortalezas y en las áreas de oportunidad que cada uno ofrece. Este autoconocimiento no solo te ayuda a mejorar tu liderazgo, sino también a potenciar tus relaciones y aumentar tu bienestar. Y hablando de entornos y autoconocimiento El estilo de hoy se siente cómodo en situaciones donde la seguridad, la estabilidad y la armonía están a la orden del día. Un entorno laboral donde el equipo colabora muy bien y cada persona se siente valorada y escuchada, es su ideal. Sin embargo, en esa búsqueda constante de tranquilidad, puede surgir un desafío: el temor a perder esa seguridad que tanto valora puede llevarlo a aceptar más de lo que puede manejar solo para evitar un conflicto, o a resistirse al cambio, prefiriendo aferrarse a lo que le resulta probado y conocido. Te cuento una historia... Ana, una líder del área comercial, encarna este estilo perfectamente. Siempre ha sido conocida por su capacidad para mantener la estabilidad y evitar las confrontaciones. Su equipo la percibe como una figura en la que pueden confiar, alguien que siempre encuentra una manera tranquila de resolver cualquier desafío. Con el tiempo, Ana comenzó a ver que su deseo de evitar conflictos la hacía decir “sí" cuando realmente quería decir "no", y resistirse a cambios que, aunque incómodos, eran necesarios para el crecimiento de su equipo. Ana se dio cuenta de que al evitar los conflictos, estaba comprometiendo su capacidad de liderar efectivamente. Si te ves reflejado en Ana Puede que tu estilo predominante sea el Seguro o Afable. Este estilo te ayuda crear ambientes de trabajo donde todos se sienten incluidos y apreciados. Te gusta colaborar, escuchas muy bien, valoras la lealtad, y eres ese a quien los demás buscan para mantener la calma cuando las cosas se ponen difíciles. Pero como ya lo sabemos, encontrar el equilibrio es la clave. Cuando tu prioridad es evitar conflictos, puedes acabar sintiéndote atrapado en una rutina que limita tu desarrollo y el de tu equipo. Aprender a decir "no" y a enfrentar situaciones incómodas con firmeza puede ser un paso importante para mantener tu autenticidad y fortalecer tu liderazgo. Practica este sencillo ejercicio y mira lo que pasa Piensa en una situación reciente donde evitaste un conflicto para mantener la paz. Ahora, imagina cómo habría sido si hubieras expresado lo que realmente sentías. Escribe un breve diálogo donde te permitas ser honesto y directo, y después piensa: ¿Cómo me habría sentido si hubiera dicho esto? Ahora reflexiona: ¿Qué puedo hacer la próxima vez para asegurarme de que mi voz se escuche sin comprometer la paz que tanto busco? A lo largo de esta serie Has podido descubrir cómo cada estilo social —Analítico, Directivo, Influyente y Seguro— aporta algo único a tu liderazgo y a tus relaciones. Cada uno tiene sus fortalezas, pero también sus desafíos. Y lo más importante es reconocer que, dependiendo del contexto en el que te encuentres, uno u otro estilo puede tomar el control. Pero esto no termina aquí... Hoy cerramos esta primera parte de la serie, pero la próxima semana, daremos un paso más allá. Empezaremos a explorar los superpoderes que como líder llevas dentro: esas fortalezas personales que, cuando se equilibran correctamente, pueden transformar no solo tu liderazgo, sino tu vida entera. ¿Alguna vez has sentido que te tomabas un veneno pero esperabas que el daño lo sufriera alguien más? Esa es solo una muestra de lo que exploraremos juntos en la próxima parte de nuestra serie. ¡Nos vemos en la próxima entrega! Si te ha gustado este artículo, por favor compártelo con tus colegas y amigos 🙌

Me alegra mucho que continúes acompañándome en esta serie donde exploramos cómo los estilos sociales influyen en tu liderazgo. En la entrega anterior, profundizamos en las características del estilo Directivo y cómo el control puede pasar de ser una fortaleza a un gran desafío. Hoy, vamos a descubrir un estilo que quizá te resulte muy familiar si disfrutas de las relaciones, te gusta ser el centro de atención, y valoras profundamente las conexiones humanas. Cuando las relaciones se convierten en tu fortaleza Buscas establecer una relación cercana con quienes te rodean, en una reunión o evento social, siempre eres la persona que atrae la atención. No importa quién esté en la sala, sientes que la energía fluye a través de las conversaciones, y te encanta conectar con las personas, compartir historias, y ser parte del grupo. Tu carisma es contagioso, y las personas se sienten atraídas por tu entusiasmo y optimismo. Pero, ¿qué sucede cuando el deseo de agradar comienza a afectar tu liderazgo? Camila, una de mis clientas, es un excelente ejemplo de alguien que brilla en las relaciones interpersonales. Es una líder conocida por su habilidad para inspirar y motivar a su equipo con su energía y su capacidad para hacer sentir a todos incluidos. Siempre tiene una historia lista para compartir, y su entusiasmo llena cualquier espacio. Sin embargo, poco a poco, su deseo de ser aceptada y querida por todos la llevó a comprometerse de más, a prometer más de lo que podía cumplir y a evitar confrontaciones necesarias por miedo a perder la aprobación de los demás. Camila no se daba cuenta de que su fuerte necesidad de conexión y su temor al rechazo estaban afectando su capacidad de liderazgo. Si te ves reflejado en Camila… Es posible que tu estilo predominante sea el Influyente o Expresivo. Este estilo te brinda una gran capacidad para conectar con los demás, para ser persuasivo, carismático, inspirar y liderar con entusiasmo. No obstante, como en todos los estilos, el equilibrio es clave. Cuando la búsqueda de aprobación y el temor al rechazo te dominan, es fácil que surjan problemas, haciendo que parezcas desorganizado, indisciplinado, olvidadizo e incluso que evites tomar decisiones difíciles por temor a perder la aceptación de tu equipo. ¿Y si empezaras a confiar más en tu autenticidad que en la aprobación de los demás? Recuerda que tu verdadero poder como líder no radica solo en ser querido, sino en ser auténtico y tomar decisiones que reflejen tus valores y principios. Establecer límites claros y ser consistente con tus convicciones no solo ganará el respeto de tu equipo, sino que también fortalecerá tu liderazgo. Practica este sencillo ejercicio, verás la diferencia La próxima vez que te encuentres en una situación difícil, reflexiona: ¿Estoy actuando para agradar o porque es lo correcto? Ser fiel a tus valores y tomar decisiones firmes, aunque a veces no sean las más populares, te ayudará a construir un equipo más fuerte y cohesionado. Y si ser el alma de la fiesta no es lo tuyo… Quizá el próximo estilo sea el que mejor te defina. No te pierdas la próxima entrega, exploraremos el último estilo antes de sumergirnos en los superpoderes que todo líder lleva dentro. Además, recuerda que quien responda correctamente tres preguntas al final de la serie se llevará un Ebook exclusivo que recopila todo este conocimiento para potenciar sus habilidades. ¡Mantente conectado!

¿Te has preguntado cómo tu manera de tomar decisiones afecta la dinámica de tu equipo? Me alegra que sigas acompañándome en esta serie especial donde descubrimos cómo los estilos sociales impactan tu liderazgo. En la primera entrega, comenzamos a explorar las características del estilo Correcto o Analítico. Hoy, vamos a profundizar en un estilo que podría resonar contigo si eres alguien que toma decisiones rápidas y no teme asumir el control. Sigamos con esta segunda entrega. Cuando el control se vuelve tu zona de confort… ¿Has notado que, cuando se trata de decisiones importantes, siempre eres tú quien toma la iniciativa? No importa cuántas cosas tengas por hacer, sientes que si no tomas el control, las cosas no saldrán como deberían. Esa necesidad de dirigir, tomar decisiones rápidas y asegurarte de que todo salga bien puede parecer natural, especialmente cuando sientes que solo tú puedes hacerlo de la manera correcta. Pero, ¿te has preguntado qué sucede cuando intentas controlarlo todo? Te cuento la historia de Juan Pablo, mi cliente, un líder conocido por su capacidad para tomar decisiones firmes en momentos críticos. Juan es un líder seguro, decidido, y siempre se hacía cargo de las situaciones. Pero, con el tiempo, esta forma de liderar empezó a pasar factura. Comenzó a notar que su equipo se volvió más bien dependiente, poco proactivo, menos comprometido y, a veces, incluso resentido. Sentía la responsabilidad como una carga pesada; sin embargo, temía que, al soltar un poco, los demás no cumplieran con las expectativas, o peor aún, se aprovecharan de su confianza. Lo que Juan Pablo no veía es que su insistencia y necesidad de controlar cada aspecto, no solo estaba afectando su bienestar sino que estaba dejando muy poco espacio para la colaboración y el crecimiento de su equipo. Si te reconoces en esta historia... Podrías estar operando desde un estilo Directivo o Dominante. Este estilo tiene grandes fortalezas: seguro eres alguien que toma acción, te enfocas en resultados y sobresales en situaciones de emergencia. Pero, como todo en la vida, el equilibrio es fundamental. Cuando no temes al conflicto y el control se convierte en tu única herramienta, puedes parecer insensible, autoritario, dominante, discutidor e incluso implacable ante los ojos de los demás, sin siquiera darte cuenta. ¿Qué pasaría si soltar un poco fuera parte de tu liderazgo? Tu equipo necesita sentir que sus opiniones importan, que hay espacio para la creatividad y que pueden crecer sin sentirse observados en cada momento. A veces, delegar puede parecer difícil, pero es necesario para crear un equipo cohesionado y comprometido. Haz la prueba, un pequeño cambio puede hacer la diferencia La próxima vez que surja una decisión importante, ¡detente! No la tomes solo. Pregunta a tu equipo qué piensan, escucha sus ideas, y deja que hagan parte del proceso. Esto no solo aliviará tu carga y reducirá tu estrés, sino que también le mostrará a tu equipo que confías en ellos. Verás cómo tu equipo empieza a responder de manera más proactiva y colaborativa. Y si el control no es lo tuyo... Es probable que te sientas más cómodo en el terreno de las relaciones. Te recomiendo estar atento a la próxima entrega, donde te hablaré de un estilo completamente diferente, pero igual de poderoso. ¿Qué desafíos podrías estar enfrentando sin darte cuenta? El próximo estilo podría ser la clave para entenderlo ¡No te lo pierdas!

En las próximas semanas, te voy a presentar una colección de artículos que te revelarán cómo tu estilo social impacta tu liderazgo. Descubrirás superpoderes que ni siquiera sabías que tenías y que te hacen único. Estos superpoderes, cuando se desarrollan y aplican bien, pueden transformar tu liderazgo, mejorar tus relaciones profesionales y ayudarte a liderar con más confianza y empatía. A lo largo de esta serie, aprenderás a identificar tu estilo social predominante, empezarás a superar sus desafíos y desbloquearás habilidades que te ayudarán a liderar con mayor efectividad. No te pierdas esta serie que inicio hoy con los estilos sociales, sobre los cuales estaré hablando durante los próximos 20 días. ¡Empecemos! Cuando la búsqueda de la perfección se convierte en una carga: Un camino hacia el equilibrio Quiero hablarte de una experiencia que quizá te sea muy familiar. Recuerdo a una cliente, Laura, que dedicaba noches enteras revisando informes, buscando ese pequeño detalle que podría estar fuera de lugar. Aunque sabía que el trabajo estaba bien hecho, su necesidad de perfección le impedía avanzar. Para ella, no importaba cuánto esfuerzo pusiera, siempre sentía que algo faltaba, que no estaba a la altura de sus propias expectativas. Detrás de esa búsqueda incansable de la perfección, había un deseo profundo de que su esfuerzo fuera valorado y reconocido. Sin embargo, esa misma necesidad de perfección la llevaba a un agotamiento constante. ¿Te suena? Puede que te hayas encontrado aplazando una decisión porque crees que no tienes todas las respuestas, o que te esfuerces al máximo, revisando una y otra vez un proyecto, un informe, una presentación, buscando ese pequeño error que nadie más notaría. Y esto no es porque no confíes en tus capacidades, sino porque, para ti, solo lo mejor es aceptable. Pero, ¿te has detenido a pensar en el costo emocional que esto conlleva? La búsqueda constante de la perfección, esa necesidad de que todo esté bajo control, puede convertirse en una carga pesada. Este rasgo puede ser una gran fortaleza, pero cuando sientes que estás atrapado en un ciclo de estrés y agotamiento, es natural que te preguntes si vale la pena. Cuando piensas que todo recae sobre tus hombros porque solo tú lo haces bien, y cada detalle parece crucial, puede ser agotador y abrumador. Si te identificas con esto, es posible que tu estilo sea el Analítico o Correcto. Este estilo te da la capacidad de ver lo que otros no ven, de anticipar problemas y asegurar la calidad en todo lo que haces. Pero también puede ser una trampa que te lleva a dudar, a postergar, y a sentirte agobiado. La clave está en el equilibrio No se trata de dejar de ser quién eres, sino de aprender a soltar un poco, a confiar más en ti mismo y en los demás. A entender que, a veces, lo bueno es mejor que lo perfecto, y que avanzar, aunque no sea con total seguridad, es mejor que quedarse estancado. Lo mejor de todo es que, con la guía adecuada y enfocándote en conocerte mejor, puedes comenzar a aliviar esa carga y encontrar el equilibrio que tanto necesitas. Un pequeño ejercicio… Quiero dejarte una herramienta que te ayude a empezar hoy mismo a aligerar esa carga: elige una tarea en la que puedas practicar el soltar. No tiene que ser algo grande, solo un pequeño gesto de confianza en ti mismo y en tu equipo. Déjala ir, y observa cómo te sientes. El cambio no tiene que ser radical, pero cada pequeño paso cuenta para llegar hacia un liderazgo más ligero, más humano y más auténtico. Y si has leído hasta aquí y no te identificas completamente con este estilo, ¡no te preocupes! puede que el próximo artículo sea el que revele tu estilo predominante. ¡No te lo pierdas! Si al final de la serie respondes tres preguntas, te obsequiaré un Ebook con esta información y mucho más sobre tus superpoderes.

Estrategias desde la psicología positiva para liderar equipos multigeneracionales con menos conflictos y más conexión “Los Baby Boomers no entienden la tecnología.” “Los Millennials no quieren comprometerse.” “La Gen Z se ofende por todo.” ¿Te suenan estas frases? Lo más probable es que sí. Porque si lideras un equipo hoy, es muy probable que tengas 3 (o hasta 4) generaciones conviviendo en el mismo entorno laboral. Y aunque esta diversidad de edades y estilos puede ser una gran fortaleza… también puede convertirse en una fuente constante de choques, malos entendidos y frustración. En este artículo, quiero mostrarte cómo pasar del juicio a la colaboración intergeneracional, usando herramientas de la psicología positiva y el coaching de fortalezas. Porque sí, es posible que una persona de 58 años y otra de 23 trabajen juntas con admiración mutua. Solo necesitan un liderazgo que sepa conectar en lugar de dividir. ¿Qué es un equipo multigeneracional? Un equipo multigeneracional es aquel que está formado por personas de distintas generaciones, con diferentes experiencias, valores, formas de comunicarse y entender el trabajo. Las principales generaciones activas en las organizaciones hoy son: Baby Boomers 1946 – 1964 Lealtad, esfuerzo, respeto por la jerarquía, enfoque en resultados. Generación X 1965 – 1980 Independencia, adaptación al cambio, pragmatismo. Millennials (Gen Y) 1981 – 1996 Propósito, flexibilidad, tecnología, retroalimentación constante. Generación Z 1997 – 2012 Digitales, inclusivos, cuestionadores, buscan inmediatez y autenticidad. Este cruce generacional puede ser una bomba de tiempo… o una fuente de innovación poderosa. La diferencia está en cómo lo gestiones. ¿Por qué hay conflictos entre generaciones? Las tensiones entre generaciones en el entorno laboral surgen por formas diferentes de interpretar el trabajo, el respeto, el liderazgo y el tiempo. Aquí te dejo algunas fuentes típicas de fricción: Estilos de comunicación: mientras una generación valora el cara a cara, otra prefiere un audio de WhatsApp. Valores: para algunos, la estabilidad es lo primero. Para otros, el equilibrio o la libertad. Uso de la tecnología: hay quienes quieren digitalizar todo, y quienes desconfían de los sistemas nuevos. Feedback y reconocimiento: unos valoran la retroalimentación formal, otros necesitan comentarios frecuentes e informales. Si no se trabaja con consciencia, esto genera etiquetas, juicios y distancia. El error más común: querer “corregir” una generación Uno de los errores que más se repiten en sesiones de coaching es este: “Quiero que los jóvenes se comporten con más compromiso.” “Quiero que los mayores sean más flexibles.” ¿Te das cuenta? Estamos intentando hacer que una generación se parezca a otra. Pero no se trata de corregir… se trata de comprender y valorar. El objetivo es que cada generación pueda aportar lo mejor de sí al equipo, desde sus fortalezas naturales. Y ahí es donde entra la psicología positiva. ¿Qué aporta la psicología positiva a los equipos multigeneracionales? Nos invita a dejar de poner el foco en los déficits y empezar a observar qué sí funciona, qué fortalezas tiene cada miembro del equipo y cómo podemos construir desde ahí. Este enfoque no busca desconocer las diferencias ni el conflicto, sino encontrar puentes desde la apreciación mutua. Te comparto 4 claves para aplicar este enfoque con equipos multigeneracionales: Clave 1: Conocer y visibilizar las fortalezas individuales Cada persona tiene una combinación única de fortalezas. Algunas comunes en cada generación, otras particulares. Por ejemplo: Boomers: persistencia, compromiso, amor universal. Millennials: innovación, curiosidad, positividad. Gen Z: vitalidad, adaptabilidad, honestidad. Cuando un equipo identifica sus fortalezas dominantes y las comparte, se genera un lenguaje común que reemplaza los prejuicios. Herramienta recomendada: mapa de fortalezas del equipo Clave 2: Activar conversaciones intergeneracionales apreciativas En lugar de “mentorear” a una generación como si supieran menos, propón conversaciones donde todos aprendan de todos. Ejemplo de preguntas: ¿Qué valoras del estilo de trabajo de tus compañeros de otra generación? ¿Qué desafíos ves cuando trabajas con ellos? ¿Qué podrías enseñar tú que los demás podrían aprovechar? Crear espacios de diálogo intencional rompe barreras y abre posibilidades. Clave 3: Diversifica los formatos de comunicación y trabajo No se trata de imponer una única forma de hacer las cosas. Se trata de crear un ecosistema flexible donde todos puedan aportar. Algunos ejemplos: Usa tanto herramientas digitales como reuniones presenciales. Combina tareas individuales con momentos colaborativos. Acepta que unos prefieren mensajes directos y otros explicaciones más extensas. Liderar desde la empatía operativa es fundamental. Clave 4: Crea una cultura de reconocimiento cruzado Muchas veces, las generaciones se admiran… pero no lo dicen. ¿Qué pasaría si impulsaras una dinámica donde: Un joven reconoce la sabiduría de su colega mayor Y una persona mayor reconoce la agilidad o creatividad de alguien más joven? Esto genera conexión emocional, baja la guardia del juicio y activa la gratitud, una de las fortalezas más transformadoras en los equipos. Caso real: cuando el conflicto se convirtió en alianza En una empresa familiar, una líder de 58 años y una coordinadora de 28 no lograban trabajar juntas. Se interrumpían, se evitaban, hablaban mal una de la otra. Tras aplicar una intervención con coaching de fortalezas: Descubrieron que una tenía como fortaleza dominante la Planificación, y la otra la Vitalidad. Comprendieron que no eran enemigas… eran complementarias. Rediseñaron juntas sus roles para aprovechar mejor sus talentos. A los 3 meses, no solo trabajaban mejor, sino que se recomendaban mutuamente. ¿Qué puedes empezar a hacer hoy para mejorar la integración generacional? Aquí algunas acciones inmediatas que puedes tomar como líder: Haz visible la diversidad generacional: nómbrala como un activo, no como un problema. Diseña un espacio de “aprendizaje cruzado”: por ejemplo, cafés mensuales donde cada generación comparte algo que sabe. Integra la visión basada en fortalezas en tus procesos internos: cambiará radicalmente la conversación. Valida distintas formas de trabajar: lo importante es la cohesión y el resultado. Celebra logros intergeneracionales: cada vez que un proyecto se complete entre distintas edades, destácalo públicamente. Beneficios de aplicar esta mirada Cuando lideras desde la psicología positiva y las fortalezas intergeneracionales, puedes lograr: Equipos más cohesionados y con menos conflictos pasivos Mayor productividad y aprendizaje cruzado Sentido de pertenencia y respeto mutuo Cultura organizacional más flexible y resiliente Y sobre todo, menos etiquetas, más humanidad. Y tú, ¿cómo estás liderando la diversidad generacional en tu equipo? ¿Has vivido algún reto por diferencias generacionales? ¿Qué estrategias te han funcionado? Te invito a dejarme tu experiencia en los comentarios. Y si estás listo para implementar esta transformación con tu equipo, puedo mostrarte cómo. Porque liderar hoy es saber tender puentes donde antes había muros.

“No puedes ser otra persona liderando. Pero sí puedes ser tu mejor versión” Durante años, el liderazgo se ha enseñado como si existiera una fórmula universal: sé firme, toma decisiones rápido, mantén el control, sé carismático… y repite. Pero eso no funciona para todos. De hecho, esa narrativa tradicional ha hecho que muchos líderes se sientan frustrados, desgastados o desconectados de su rol . Como si tuvieran que “actuar” todo el tiempo para estar a la altura de un modelo impuesto. ¿Y si te dijera que la clave no está en cambiar quién eres… sino en descubrir desde dónde lideras naturalmente ? Eso es lo que propone el coaching basado en fortalezas : una forma de liderar auténtica, alineada contigo, y mucho más poderosa que intentar encajar en moldes. Liderar desde tus fortalezas: el enfoque que cambia todo Cuando conoces tus fortalezas —y no hablamos solo de lo que haces bien, sino de aquello que te energiza, te da sentido y fluye contigo — algo cambia. Empiezas a liderar con más presencia, más claridad y, sobre todo, más autenticidad. Y esto tiene un impacto real: En tu bienestar : porque dejas de luchar contra tu forma de ser En la productividad del equipo : porque lideras desde tu mejor versión En la cultura organizacional : porque modelas un liderazgo positivo y sostenible El resultado: un liderazgo más humano, enfocado en el potencial, no en la corrección constante. Los 4 tipos de liderazgo según fortalezas FORTE A continuación, te presento 4 perfiles de liderazgo basados en algunas de las fortalezas clave del modelo FORTE del IEPP: 1. El líder ESTRATÉGICO (fortaleza: Planificación) Cómo lidera: Piensa con anticipación, visualiza posibilidades, estructura proyectos y organiza equipos de forma que todo fluya. Su poder: Trae orden, visión de futuro y claridad de ruta a su equipo. Qué lo energiza: Crear planes, escenarios, organizar tareas y prever lo que vendrá. Frase típica: “¿Cómo nos preparamos para lo que viene?” Riesgo: Paralizarse en la organización sin pasar a la ejecución. Ideal para cargos de dirección, innovación, áreas de planificación o transformación estratégica. 2. El líder CONECTADO (fortaleza: Conocimiento emocional) Cómo lidera: Escucha profundamente, reconoce lo que sienten los demás, entiende el clima emocional del equipo. Su poder: Fomenta confianza, reduce tensiones y crea vínculos sólidos dentro de su equipo. Qué lo energiza: Conversaciones significativas, comprensión emocional, construir relaciones de calidad. Frase típica: “¿Cómo te sentiste con esa decisión?” Riesgo: Cargar con el malestar emocional del equipo si no gestiona bien los límites. Ideal para liderar equipos sensibles, gestionar cambios o fortalecer la cultura de bienestar. 3. El líder IMPULSOR (fortaleza: Vitalidad) Cómo lidera: Transmite energía, activa proyectos, moviliza personas. Tiene una actitud entusiasta y contagiosa. Su poder: Es el motor que pone en marcha las ideas y mantiene el ánimo alto en el equipo. Qué lo energiza: Nuevos retos, tomar acción, resolver rápido y avanzar. Frase típica: “¡Vamos a hacerlo, ya!” Riesgo: Impaciencia o frustración con procesos lentos o burocráticos. Ideal para startups, lanzamientos de producto, equipos creativos o en expansión. 4. El líder EXPLORADOR (fortaleza: Curiosidad) Cómo lidera: Siempre está aprendiendo, cuestionando, abriendo nuevos caminos. Crea culturas donde explorar es parte del ADN. Su poder: Fomenta innovación, desafía el statu quo, estimula el crecimiento de su equipo. Qué lo energiza: Lo desconocido, las preguntas, las nuevas formas de hacer las cosas. Frase típica: “¿Qué podríamos hacer diferente esta vez?” Riesgo: Cambiar de dirección con demasiada frecuencia o dispersarse en exceso. Ideal para roles en innovación, aprendizaje organizacional o liderazgo en entornos de cambio. ¿Qué pasa cuando lideras desde lo mejor de ti? Cuando un líder descubre su fortaleza dominante y la integra a su liderazgo, ocurren tres cosas clave: 1. Se siente alineado y seguro Ya no necesita “actuar” liderazgo. Se convierte en una versión más conectada de sí misma. 2. Libera el potencial de su equipo Cuando lideras desde lo que te hace fuerte, invitas a otros a hacer lo mismo. Tu equipo florece. 3. Toma decisiones con claridad No desde el miedo o la presión, sino desde la autoconfianza y la autenticidad. ¿Cómo descubrir tu fortaleza dominante? Te dejo algunas preguntas para comenzar: ¿Qué actividad haces que te recarga en lugar de agotarte? ¿Qué dicen los demás que haces “fácil” y ni te das cuenta? ¿En qué momentos sientes que estás “fluyendo”? Y si quieres hacerlo en profundidad, el método que utilizo tiene herramientas muy claras para identificar tus fortalezas y empezar a trabajar con ellas desde hoy. Cuidado: una fortaleza mal gestionada también puede jugar en contra Planificación sin acción = parálisis. Conocimiento emocional sin límites = desgaste emocional. Vitalidad sin foco = impulsividad. Curiosidad sin dirección = dispersión. Liderar desde tus fortalezas no es usarlas todo el tiempo, sino saber cuándo activarlas, cuándo dosificarlas y cuándo complementarlas. Caso real: lo que pasó cuando Gabriela descubrió su fortaleza Gabriela, CEO de una pyme del sector salud, lideraba desde el control y la corrección. Vivía agotada. Al identificar su fortaleza dominante (conocimiento emocional), todo cambió. Redefinió su rol: de controladora a facilitadora. Dejó de micro gestionar. Construyó relaciones más sólidas y productivas. Hoy su equipo es más autónomo, más feliz y más eficaz. Y ella, por fin, lidera con propósito y ligereza. Y tú, ¿desde qué fortaleza estás liderando? Te invito a reflexionar: ¿Cuál de estas fortalezas sientes que es tu “motor natural”? ¿Cómo sería tu día si pudieras liderar desde ahí todos los días? Cuéntame en los comentarios: ¿Cuál de estos tipos de liderazgo te representa más? Y si conoces a alguien que necesita reconectarse con su autenticidad como líder, compártele este artículo.

Hace unos días, mientras veía un juego de béisbol (una de mis grandes pasiones), pensaba en algo: en ese deporte, a cada jugador se le entrena para destacar justo donde es mejor. Al pitcher no se le exige que sea un gran bateador. Se le entrena para lanzar. Al receptor no se le exige correr como un jardinero. Se le entrena para leer jugadas, reaccionar, sostener al equipo. Cada jugador se desarrolla en lo que ya hace bien. Y gracias a eso, cada uno brilla y el equipo gana. Así funciona también la Psicología Positiva. Se trata de un cambio profundo de enfoque: pasar de intentar "reparar lo que está mal" a desarrollar lo que ya está bien. No, no es pensar positivo. La Psicología Positiva no niega el malestar, ni se trata de obligarte a sonreír cuando no puedes. Tampoco es pensamiento mágico. Y mucho menos una moda pasajera. Es una disciplina científica que estudia qué hace que las personas - y con ello los equipos- funcionen mejor: con más energía, más sentido y más bienestar. “La Psicología Positiva es el estudio científico de lo que hace que la vida valga más la pena…”— Christopher Peterson ¿Cuál es su esencia? Que todos tenemos fortalezas. Y cuando las identificamos, las equilibramos y las usamos con intención, no solo nos sentimos mejor... también rendimos más. Y esto tiene aplicaciones reales en la vida personal, en el liderazgo, en el trabajo en equipo, en el manejo del estrés y en las relaciones. Entonces, ¿de qué habla realmente la Psicología Positiva? De cosas tan humanas como: · Las fortalezas personales (sí, esas capacidades internas y naturales que todos tenemos). · Las emociones positivas, y cómo amplían nuestras capacidades. · Las relaciones que nos sostienen. · El sentido, ese que nos da dirección y propósito. · El logro, no como éxito externo, sino como progreso interno. · El compromiso, esa sensación de estar inmerso en algo que te conecta. · El famoso flow, donde se alinea lo que haces con lo que eres. ¿Y por qué importa hablar de esto? Porque aún hoy, muchas personas siguen pensando que lo más profesional es "enfocarse en corregir". Y claro que eso es importante. Pero cuando solo ves las fallas, te pierdes de lo que te puede impulsar: lo que ya haces bien, lo que te da energía, lo que te permite avanzar. ¿Y si en lugar de centrarte solo en lo que te falta, empezaras a usar más lo que ya funciona en ti? En resumen… La Psicología Positiva no busca que estés feliz todo el tiempo. Busca que estés en paz con lo que eres, incluso cuando las cosas no salen como esperas. Que construyas una versión de ti más conectada, más intencional, más fuerte. Y eso, en mi experiencia, hace toda la diferencia. ¿Qué parte de esto no sabías o cambió tu forma de ver la Psicología Positiva? Te leo en comentarios.